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Somos seres emocionales y nuestro cuerpo habla de ello



La palabra emoción proviene del latín emovere, que significa “impulso que induce a la acción”. Toda emoción se vive y expresa a través de nuestro cuerpo y toda acción tiene de base una emoción que la sustenta, esto lo compartimos con todos los seres, desde la más pequeña bacteria hasta el cachalote, que es el animal más grande. 

La experiencia inicia siempre en los sentidos, las emociones son sensaciones corporales que suceden de forma no intencional y se activan en nuestro sistema límbico – la parte más primitiva de nuestro cerebro y que compartimos con la gran mayoría de animales.

Cuando les damos un significado consciente y verbal a estas sensaciones le damos paso a los sentimientos, éstos son la suma de emoción y pensamiento. En el procesamiento de los sentimientos está implicada nuestra corteza cerebral, la parte más evolucionada de nuestro sistema nervioso central; la que nos convierte en seres humanos y nos diferencia del resto de especies del reino animal.

En los niveles aparentemente profundos y en los más superficiales, el camino del autoconocimiento se emprende a través del hueso, el músculo, la piel, la célula, a través de cada sensación y cada acción de este hogar que habitamos y que nos posibilita el gozo y gracia del movimiento y la exploración de la vida.

Las emociones configuran nuestro universo de acciones posibles en cada situación. Para entenderlo mejor, este ejemplo: cuando tenemos miedo no es posible ver un panorama más amplio, ya que nuestro cuerpo suspende la digestión y la reparación celular, segrega adrenalina,  el corazón late más rápido y la respiración se torna más rápida y superficial. En cambio, cuando estamos tranquilos, nuestra respiración se profundiza, el corazón late más despacio y los mecanismos de digestión y reparación celular se activan, así podemos tener una mirada más amplia de la situación y guiar nuestra conducta de manera más adecuada. 

Algunas emociones pueden manifestarse en el cuerpo de manera intensa y evidente, como el dolor de estómago por los nervios, la opresión en el pecho por la angustia, el enrojecimiento por el enojo y la tensión por la furia. Otras formas evidentes en que nuestro cuerpo manifiesta las emociones son cambios en las frecuencias cardiaca y respiratoria, en la transpiración, en la tensión muscular, y en la temperatura de rostro y manos.

Sin embargo, algunas emociones son tan sutiles que casi no las notamos, pero aún así transitan el cuerpo y se van quedando en su memoria intrínseca. Aprender a escuchar y reconocer estas sensaciones es fundamental para entendernos mejor y tomar decisiones más conscientes.

Los secretos almacenados por cada cuerpo son únicos y particulares a las experiencias vividas por cada persona. Por eso no hay dos cuerpos que se expresen del mismo modo, ni fórmulas mágicas para clasificar sus gestos y lo que manifiestan. Por eso te invitamos a que reconectes con tu memoria y tu inteligencia corporal propia y, a través de él, identifiques qué necesitas trabajar para vivir una vida en autonomía y bienestar. 


Autora: Ana Milena Posada Piedrahita

 
 
 

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