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El Cuidado en la Vejez: Un Pilar Femenino que Necesita Equilibrio y Reconocimiento


Desde tiempos inmemoriales, la mujer ha sido la guardiana del cuidado. Su papel ha sido crucial no solo en la crianza de los niños, sino también en la atención a los más frágiles de la sociedad, entre ellos, los adultos mayores. Esta labor silenciosa y profundamente humana ha sido uno de los soportes de la conservación de la especie, asegurando que quienes han dado su vida al mundo sean cuidados con dignidad en su etapa final.

La feminización del cuidado: una realidad innegable

Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en América Latina, el 80% de los cuidados no remunerados son realizados por mujeres. Tambiién, resultados de estudios realizados por la Universidad Pontificia Bolivariana, dan cuenta de que, en Medellín las mujeres dedican un tiempo promedio de 7 horas y 14 minutos diarios a labores de cuidados directos, indirectos y pasivos, un tiempo mucho mayor que el que dedican los hombres a las mismas labores, con un promedio de 3 horas y 25 minutos diarios.Estas estadísticas revelan una desigualdad estructural en la distribución del cuidado, que se hace más evidente en la vejez y esto lo respalda un estudio de la Universidad Nacional  que resalta que la mayoría de los cuidadores de personas mayores son mujeres de mediana edad, generalmente hijas o esposas, quienes asumen esta responsabilidad con poco apoyo estatal y sin remuneración justa.

Si bien la labor del cuidado es una expresión de amor y compromiso, también es un desafío que puede llevar a la fatiga compasional. Esta se manifiesta como un agotamiento físico, emocional y psicológico derivado de la constante entrega a los demás sin una red de apoyo sólida. El costo del cuidado recae sobre los cuerpos y las emociones de las mujeres, quienes muchas veces dejan de lado su propio bienestar para priorizar el de otros.

El reconocimiento y la redistribución del cuidado: una deuda social

Si la sociedad ha depositado un gran peso del cuidado en las mujeres, es hora de resignificarlo e implementar programas que propendan por la sensibilización frente al gran potencial que tienen los hombres en la labor del cuidado, desmoronando el imaginario colectivo de que no es su campo de acción y generando las condiciones, derechos, garantías y compensaciones adecuadas para que ambos géneros vean en cada acción de cuidado su propósito, su oportunidad y su lugar seguro. Esto implica:

  • Remuneración y seguridad social: Implementar políticas que reconozcan el trabajo del cuidado como una contribución económica y social, asegurando acceso a pensiones y beneficios.

  • Formación y apoyo emocional: Crear programas de capacitación para cuidadores que les brinden herramientas psicológicas y físicas para afrontar la labor sin descuidarse a sí mismos.

  • Incorporación de los hombres en el cuidado: Es fundamental transformar los imaginarios colectivos que asocian el cuidado exclusivamente con lo femenino. Los hombres pueden y deben desarrollar las habilidades necesarias para asumir esta responsabilidad con amor y compromiso.

  • Creación de redes comunitarias: Los espacios de escucha y acompañamiento pueden reducir el impacto de la soledad y la sobrecarga emocional de quienes cuidan.

La labor de la Fundación Resignificar: Cuidar al que cuida

En respuesta a estas necesidades urgentes, la Fundación Resignificar ha desarrollado programas diseñados para fortalecer el autocuidado de los cuidadores de adultos mayores. A través de Quid-Arte, promovemos el bienestar integral de quienes entregan su tiempo y amor a esta labor, proporcionándoles herramientas prácticas para gestionar su autocuidado y aliviar la fatiga compasional.

Si bien es cierto que la mayor parte de cuidadores son mujeres, ya hay algunos hombres poniendo su corazón en esta labor.  Resignificar el cuidado es un acto de justicia y equilibrio social. Transformar la manera en que entendemos esta labor, para que el amor y la entrega de las tantas mujeres que la ejercen y de los hombres que ya se aventuraron a hacerlo,  no sean vistos como una obligación, sino como una elección acompañada de derechos, respeto y apoyo colectivo.

Referencias:



Autora: 

Ana Milena Posada Piedrahita

 
 
 

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